LUIS PEÑA GANCHEGUI, ARQUITECTO

"En el Peine quise simbolizar la unión de la ciudad con la naturaleza"

SAN SEBASTIÁN. DV. Su delicada salud le mantiene en su casa de Ategorrieta, en la falda de Ulía. La sordera y su fatiga dificultan al principio la conversación, pero cuando se relaja, toma un café y fuma un cigarrillo, los destellos de ironía y las reflexiones sobre su oficio brillan en la charla. Luis Peña Ganchegui (Oñati, 1926), considerado por sus colegas como el 'patriarca' de la arquitectura moderna en el País Vasco, recuerda cómo se gestó el Peine del Viento, fruto de su colaboración con Eduardo Chillida, y que el propio Peña considera como una de sus mejores obras.

Charlamos en el salón de su casa acompañados por su hija, Rocío Peña, y su yerno, Mario Sangalli, también arquitectos y motores, hoy, del estudio familiar. Peña Ganchegui, poseedor de casi todas las grandes distinciones de la arquitectura española, no quiere saber nada de las conmemoraciones que tienen lugar estos días con motivo del 30 aniversario de la apertura al público del Peine del Viento. «Las obras se inauguran cuando la gente las pisa y las hace suyas. El Peine ya fue inaugurado por la gente en su día», sentencia.

'Reciclar' el colector

- O sea que no le interesan las celebraciones...

- En primer lugar no recuerdo bien si se cumple exactamente un aniversario o no: me dice mi hija que en nuestro estudio esa obra la tenemos fechada en 1975. Pero sobre todo no creo en las inauguraciones. Las plazas como el Peine se inauguran por la gente. En aquella época se inauguraban pocas cosas, y considero que los protagonistas de las obras públicas deben ser las autoridades públicas, los alcaldes o los reyes, y no los arquitectos o los artistas. Ese punto de la ciudad, además, ya fue inaugurado en su día por el rey Alfonso XIII...

- ¿Por Alfonso XIII?

- Aquel gran ingeniero donostiarra que fue Juan Machimbarrena hizo ahí, hace ochenta años, el final del colector de saneamiento del litoral. Y es curioso que Alfonso XIII salía en las fotos 'inaugurando' el colector. Me gusta la idea de la arquitectura que se «recicla», y por eso, cuando diseñamos la plaza del Peine, partimos del colector existente. No lo rompíamos ni lo despreciábamos, sino que lo «reciclamos» levantando la nueva plaza encima.

- ¿Cómo recuerda el germen de aquel proyecto?

- En aquellos años, principios de la década de los 70, San Sebastián mantenía la idea de terminar su litoral en esa parte de la ciudad. Los más académicos proponían para ese espacio ideas clásicas como hacer una fuente: los clásicos siempre quieren poner una fuente en las plazas. Eduardo Chillida vino a verme con la idea de hacer ahí algo especial. Y enseguida tuve claro el boceto: es una pena que no conserve aquel papel porque lo que luego hicimos al final era casi idéntico a aquel primer borrador. Hubo que pelear con alcaldes, políticos y sectores de opinión... Pero creo, sin falsas modestias, que el resultado mereció la pena.

- No era la primera plaza de carácter emblemático que realizaba usted en Donostia.

- No, antes ya había diseñado la Plaza de la Trinidad, un proyecto que fue precursor en España, y yo diría que hasta en Europa, a la hora de dar un nuevo tratamiento a la idea de plaza. Mi trabajo siempre ha pretendido ser contemporáneo y moderno en el más noble sentido de la palabra. No he querido repetir esquemas sino hacer arquitectura adaptada a su tiempo. Y la Plaza de la Trinidad lo fue, aunque luego se hayan efectuado ahí tantas intervenciones arquitectónicas posteriores bastante desdichadas...

- Ha asegurado en varias ocasiones que el Peine es una de las obras que, como arquitecto, le han dejado más satisfecho a lo largo de su trayectoria.

- Sí, pienso que es una plaza contemporánea y abierta. Sólo lamento que las limitaciones de presupuesto nos obligaron a colocar un tipo de piedra que bien podría haber sido otro, o al menos, nos hubiera gustado rematar mejor el empedrado del suelo. En la siguiente colaboración con Chillida, en la plaza de Vitoria, el «acabado» de la piedra fue mejor porque tuvimos más dinero.

Principio y fin

- ¿Con qué ideas concibió el proyecto de la plaza?

- Es un lugar que supone, a la vez, el principio y el final de la ciudad. Y debía ser un símbolo de la unión de Donostia con el mar y la naturaleza.Yo por aquel tiempo estaba leyendo con especial interés a los románticos alemanes, especialmente a Novalis, y Eduardo Chillida también. Estos pensadores defienden que la naturaleza no es algo a explotar: consideran que hay que comprenderla y reinterpretarla. Y ese espíritu impregnó nuestra forma de concebir el proyecto. Planteamos también la idea de la tribuna o graderío para ver el mar, y un pretil más bajo de lo habitual para que no dificultara precisamente la contemplación de ese «absoluto» de la naturaleza que es el mar.

- En su momento plantearon más ideas originales, como los respiraderos de agua por los que salta el agua del mar los días de oleaje y que son hoy toda una postal de la ciudad.

- Sí, aprovechamos los viejos aliviaderos ahí existentes para que el mar y la naturaleza se hicieran aún más presentes. Luego Eduardo Chillida estudió con el compositor Luis de Pablos cómo conseguir que aquello sonara de una manera especial, pero yo, personalmente, sólo tuve noticia de una conversación que quedó en nada. Y pienso que es mejor así: el sonido del mar y del viento es la mejor música en esa plaza. Si hay una etiqueta en la que puedo reconocerme es en la etiqueta de «minimalista». Siempre he intentado eliminar ornamentos y elementos superfluos y quedarme con lo básico.

Trabajar con Chillida

- ¿Cómo recuerda ahora la colaboración con Eduardo Chillida en ese proyecto?

- Teníamos una complicidad que nos llevaba a respetar mutuamente nuestro trabajo. Y la concepción de la plaza del Peine tiene mucho de «abstracto», lo que la hermana con las esculturas. Recuerdo que el gran problema consistía en cómo llevar las obras del artista hasta ahí, e incluso Eduardo contempló la posibilidad de utilizar un helicóptero para ello, aunque como se sabe el método finalmente elegido fue otro. Curiosamente la obra que más me emociona de Chillida es su obra en papel, como las gravitaciones. Me parece un estupendo y delicado trabajo. Y por supuesto, también me gusta el Chillida-leku. Siempre he pensado que el arte abstracto de Chillida respira mejor en medio de la naturaleza, y el caso del museo es uno de los más evidentes.

- ¿Imaginaban cuando hicieron este trabajo que tendría semejante repercusión, hasta convertirse en un elemento representativo de San Sebastián?

- No sé qué decir. Uno nunca se plantea esas cosas cuando trabaja. Complace que la gente utilice las obras y yo mismo, como ciudadano, he ido luego muchas veces al Peine. Que sea vivido por los ciudadanos es lo que realmente me gusta.- Pese a sus problemas de salud, ¿mantiene el interés por el trabajo del estudio?- Son sobre todo mis hijos Rocío y Mario los que llevan ahora adelante los proyectos, pero continúo viendo los trabajos e incluso a veces les sigo planteando sugerencias.... y no parece que le disgustan.

- Una pregunta de manual para terminar: cuando echa la vista atrás y repasa el conjunto de su carrera, ¿de qué obras se siente más satisfecho?

- Pues ya que estamos hablando tanto de San Sebastián elegiré dos obras realizadas en esta ciudad. El propio Peine y las viviendas de Miraconcha, que son como un zócalo del monte y pienso que entroncan bien con la personalidad de Donostia pero a la vez suponen un planteamiento de arquitectura contemporánea. No hace falta elegir más, ¿no?