por José Ramón Ripoll
Una de las características de nuestro tiempo es comenzar la casa por el tejado. La cacareada posmodernidad le ha otorgado al diseño más importancia que al contenido, de manera que podamos sorprendernos más con la forma y color del envoltorio que con el propio regalo. Así, en el mundo de las apariencias construimos la vida o, por lo menos, aquello que, como en la caverna de Platón, es sólo el reflejo de cuanto se mueve. Todo intenta ser emblemático, calificativo que por su excesivo pronunciamiento pierde día a día su significado real. Por ejemplo, un edificio emblemático debe hacer mención a una construcción representativa de algo, ya sea de una manera nueva de concebir la arquitectura o de la tradición de la ciudad que lo alberga. Normalmente, el emblema nos remite a un conjunto de valores o causas con una serie de puntos en común. El Ayuntamiento gaditano, por boca de su concejal de urbanismo, pretende que las cuatro torres proyectadas para la ciudad sean, además de emblemáticas, los Guggenheim de Cádiz. Ahí queda eso.
Que yo sepa, tanto el edificio bilbaíno como los de Venecia, Berlín, Las Vegas o la histórica espiral de Manhattan dan cobijo a una de las mejores colecciones de arte contemporáneo del mundo, y ha sido reiterada voluntad de sus gestores que la apariencia externa de sus construcciones obedeciese al espíritu de cuanto se exhibiera en su interior. No sé si el munícipe gobierno tiene una carta guardada debajo de la manga, y cuando los gaditanos nos queramos dar cuenta, resulte que contemos con una ristra de picassos, juangrises o cezannes que celosamente oculten en los desvanes de la casa consistorial para tan magna ocasión, pero me temo que aquí el emblema está más solo que la una y tiene poco que simbolizar.
Hablar de Guggenheim de Cádiz, de verdad que suena a risa. Inmediatamente, la imagen nos remite a la casi nula política cultural que el equipo de nuestra alcaldesa ha llevado a cabo durante sus años de gobierno. En la ciudad de Cádiz no existe una oferta estable y coherente que permita a sus ciudadanos disfrutar de un planteamiento plástico, literario, musical o dramático sin que estos tengan que viajar, por lo menos a Jerez, para no quedarse al margen de manifestaciones culturales mínimamente satisfactorias. ¿Qué buenas torres podrían llenarse por dentro de cuanto muchos ansiamos y necesitamos! No se ha dotado al Falla de una programación digna de su teatro. No se ha creado un pequeño museo con obras de artistas gaditanos contemporáneos. No contamos con una orquesta, ni con una entidad capaz de elaborar una temporada de conciertos. Ni siquiera con una banda de música.
El concejal se refiere también a los hitos de altura. Desconozco el giro arquitectónico, pero de las muchas acepciones del término, un hito es «un hecho fundamental dentro de un ámbito o contexto», aunque también es «un mojón o poste de piedra que sirve para marcar distancias o delimitar terrenos». Esperemos que todo quede en el primer significado, a pesar de la broma del Guggenheim. Fuente: La Voz Digital
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Muchas veces buscas las palabras necesarias para expresar un razonamiento y no las encuentras hasta que un sueño o la casualidad te hacen dar con ellas. Leyendo los primeros párrafos de este artículo de opinión de J.R. Ripoll he identificado varios de los motivos que me llevaron a escribir hace unos días "¿Es Arquitectura?" en nuestro blog.
"(...)en el mundo de las apariencias construimos la vida o, por lo menos, aquello que, como en la caverna de Platón, es sólo el reflejo de cuanto se mueve. (...)"
¿Exsiste mejor manera de expresar la problemática actual en lo que se busca como Arquitectura?