El Parasol cumple, dentro del proyecto, y más allá de constituir un hito visual, el rol esencial de unificar los diferentes niveles integrantes del espacio y el programa de uso de la plaza. Está concebido como una estructura ligera metálica de techumbre de treinta metros de altura con vegetación que puede ofrecer una amable sombra diurna y modelar la entrada de luz de la puesta de sol, generando un microclima agradable, apropiado para el disfrute relajado de la superficie de la plaza.
Mayer resuelve la proyección de un espacio con gran variedad de relaciones entre los flujos dinámicos y de información de las diferentes superficies en la que los estratos ocupados por ruinas arqueológicas y capas de los ámbitos de la vida cotidiana actual se superponen, conviven e interactúan. Como centro urbano y conector entre los sectores norte y sur del casco histórico sevillano, la nueva Plaza de la Encarnación se propone como una superficie polivalente: albergaría el museo arqueológico y el mercado y cobijaría las ruinas; sería un punto de enlace fundamental en la red de transporte público; tendría cabida para un centro deportivo / cultural y la plaza elevada satisfaría la demanda de un lugar cívico de reunión para el día y de un espacio que, por la noche, gracias a las instalaciones técnicas adecuadas, crearía un cielo artificial que haría la plaza disponible para actividades culturales. Un lugar abierto a ciudadanos y forasteros. La comprensión de dónde y para quién se proyecta hacen de Metropol Parasol una propuesta de coherencia: con su tiempo y su espacio.
Como muestra de lo que ha hay hecho, unas fotos de uno de los "hongos", antes de Semana Santa y durante la Semana Santa: